Pero como tenía mucha prisa de continuar su regañina al hombre de la camisa purpúrea, que la esperaba en la entrada, y no parecía oír más que la palabra “almeja”, la señora Hussey se apresuró hacia una puerta abierta que daba a la cocina, y aullando “Almeja para dos”, desapareció.
“Queequeg” dije, “¿crees que podemos hacer una cena para los dos con una almeja?”
sopa de almejas con tocino crujiente